Google por fin tendrá que dar cuenta de algunos de sus comportamientos opacos y monopolísticos.
Aquí.
Es tan claro su abuso de posición dominante que sonroja siquiera tener que sustentarlo.
La compañia llega a prohibir a sus clientes que hagan publicidad de los competidores de Google.
En la faceta fiscal, sus trajes a medida bajo cuerda con el gobierno luxemburgués son un escándalo aún sin sentencia judicial. Probablemente no la haya nunca pues la complicidad del Gobierno granducal es palmaria.
Y todo lo de Google va a juego: en lo tocante a la vida intelectual en sentido amplio, su sistema "google-translate" es la quintaesencia de lo que es un fraude intelectual: la guguelización de la inteligencia: hacer creer que lo que traduce la máquina se parece en algo a una traducción, digamos, funcional.
Quien usa la aplicación traductoril ha de inventarse la traducción a partir de los desechos que le sirve Google en la ventana de la lengua de llegada. Sólo eso explica su éxito: ¿a quién no le gusta pensar que ha entendido un texto que no ha entendido?
Google ha sido el primero en haberlo entendido y explotado. Y está guguelizando, jibarizando la inteligencia.