La dimisión de Cameron es también para ganar tiempo. Nadie quiere encabezar en Londres el Gobierno del divorcio. Los favorables al Brexit, porque saben el coste que esto puede suponerles: perder las próximas elecciones.
Los favorables a la permanencia porque en su naturaleza estará el intentar un divorcio de mentirijilla, que molestará a los futuros ex socios europeos sin atraerse las simpatías de escoceses y norirlandeses.
Mientras tanto, Juncker y Schultz dicen que Escocia se ganó el derecho a ser oída en Bruselas, poniendo de los nervios a Rajoy, que se niega a que haya negociaciones con quien no sea el Reino Unido; lo hace por remojar un poco su florida barba ante el envite indepe catalán que ve venir.
Sabe Mister Brey que si Escocia obtiene una pasarela a la UE, se quedará sólo frente al problema catalán.
Europa, al menos la Europa actual, que es una mera cámara de compensación y un negociado de gestión de daños y desperfectos, no es Roma y, si le conviene, sí pagará a traidores.
Las naciones han vuelto a raptar a Europa. Y no harán nada bueno con ella.