Santiago González echa su cuarto a espada(s) a cuenta del "momento alma mater" de Pablo Iglesias.
Aquí.
Ya a nadie le escapa que la erudición de Iglesias no le permitiría superar el cedazo de la primera ronda de preguntas de "Saber y Ganar" y que, básicamente, ha oídos campanas y leído la típica literatura secundaria del Rincón del Vago.
Tampoco es que quepa esperar que vuelen a mayor altura los otros líderes, que no son precisamente grandes lumbreras. Pero Iglesias es, de los cuatro, el que más ínfulas tiene en ese sentido.
Sin embargo, gran parte de la aureola de Iglesias no se la dan sus lecturas de contraportadas sino su centenaria alma mater. Este hombre vive de la Complutense y no porque fuese profesor interino seis años en ella. Si hubiera estudiado en una universidad de ésas más recientes de provincias, que han proliferado como setas de primavera, o hecho una FP, no sería el personaje mediático que hoy es. A la gente de a pie le impresiona que Iglesias sea doctor.
De todos modos, ni Suárez ni González ni Aznar ni Zapatero han sido grandes intelectuales. De un líder político se espera otra cosa: inteligencia política.
E Iglesias la tiene, al menos en la oposición y en el manejo de la comunicación, que es la clave hoy en día de la política. En el poder esperemos no tener que comprobarlo nunca.
Y entonces es cuando surge la amarga verdad: qué mal está la universidad española (lo cual queda confirmado por el ránking de universidades mundiales, donde las primeras españolas rondan la posición 200).
De todos modos, en un país en el que se repite, a derecha e izquierda, como un mantra, que "tenemos una de los mejores sistemas sanitarios públicos del mundo, la envidia de todos", no cabe esperar sorpresas.
Pásese el lector por unas urgencias cualesquiera de la SS, saturada. Tercermundismo. Y rece por que no le opere un doctorsito como Iglesias.