Ha muerto una gallega de fuertes convicciones. Había batido el récord de protesta ininterrumpida sobre algo en EE.UU.
Más allá de saber si la disuasión nuclear ha sido un gran mal de nuestro tiempo, como creía ella, o bien ha evitado alguna que otra guerra mundial, hoy quiero saludar el empeño, el tesón, la fe en el individuo de esta gallega que nos ha dejado, y me he acordado de otra vieja que decía que, para ser feliz, uno debía poder sobrevivir en el Polo Norte con un solo dedo.