viernes, 8 de enero de 2016

Los "empreñados" y una "empreñada"

En la aldea gala irredenta, esta noche pasada han salido a la calle un puñado de independentistas, dos mil y pico de los 1 966 508 electores que votaron el 27-S por algunos de los avatares del independentismo.
Están muy enfadados, molt emprenyats,  porque quieren que la CUP y Junts pel Sí se pongan acuerdo para evitar in extremis las elecciones en marzo.
Pero por lo que se ha visto a los interfectos: que si quieres arroz Catalina.
Y es que los emprenyats creen que, como el cometa Catalina, que solo pasa una vez en la vida, si no hay govern antes del lunes, la independencia podría pasar de largo, como en Quebec, que ya nadie si se acuerda. O ser como uno de esos nuevos elementos de la tabla periódica de Mendeléyev, ese choque de átomos que apenas dura fracciones de segundo. Menos que el tiempo de un selfie.
Si a la ocasión la pintan calva, al acuerdo asintótico de "Junts pel Mas" lo pintan con un pelo punta de erizo, esto es: imposible de asir.

Mientras tanto en Roma... perdón, en Madrid, Pedro Sánchez se va a Portugal a escenificar un fado muy frentriste anti PP.

Mientras tanto en Roma, perdón, en Bruselas, ven con malos ojos ese tipo de experimento. Y hasta Juncker declara en La Vanguardia que "sigue el asunto de Cataluña al segundo". No hace falta decir que si lo sigue tan de cerca es porque podría causar un crisis europea y sentar un precedente nefasto la secesión por las bravas de una parte de un Estado Miembro.



"Twitter es un vertedero, la tumba de la inteligencia" dice esta madrugada en El Mundo Cayetana Álvarez de Toledo a cuenta de la polémica generada por su tuit sobre la cabalgata de Reyes: se quejó tras la cabalgata del desencanto de su hijas al ver el trampantojo de unos Reyes podemitas new age. La verdad es que daba grima ver cómo habían disfrazado a los reyes magos.
Enterarte de que los reyes son los padres es la entrada en la emputecida vida adulta; adelantar el tránsito es, en efecto, una crueldad innecesaria.

En Cataluña, las tricotosas solo asisten a la decupitación del rey que se muere Artur Mas.
En Roma, perdón, en Madrid,  una alcaldesa y su guardia de corps decupitan la ilusión de la infancia, que, como dijera Rilke, es la única patria del hombre (o la matria de la mujer, que diría Manuela Carmena).

Buenas noches, electrones.