Tras el debate: ha sido un debate de teledemocracia, más de finales del siglo XX que del siglo XXI, que sería, se supone, más interactivo, y con temáticas más novedosas y en la cresta de la ola. Ecología, sosteniblidad, I+D+i, Europeísmo, democracia directa, cambo climático, acceso a la cultura libre en la red, etc. Yo habría preferido un debate del siglo XIX, de ideas.
No parece que este debate haya engrandecido a la Democracia, tal como se lee ya en la prensa que hace balance de madrugada del mismo. No se ha tocado ni un solo tema en profundidad, ha sido una menú fast-food para gente con prisa, de todo un poco pero para picar solo. No conviene dar siempre lo que la gente pide, ese pensamiento no ya debole sino directamente Évole.
Democracia no es lo que quieren las masas. Inicio de curso, en el aula de Derecho de la Central de Barcelona, septiembre del año 80, un penene treinteañero de Derecho Natural (de cuyo nombre no me quiero acordar) sometió a votación si se podía fumar en clase, seríamos doscientos alumnos, años de masificación en la Universidad: se votó a mano alzada abrumadoramente en favor de fumar. Muchos por miedo a aquello de "prohibido prohibir". El profesor dijo que, visto lo visto, se podría fumar en su clase, porque "eso es la democracia, para que lo sepáis" (sic el tuteo). En la siguiente clase, Historia del Derecho, Don Jesús Lalinde Abadía, pluscuamemérito que podría haber dado la clase en latín si hubiera querido, sometió a votación lo de fumar: en cuanto vio que algunas pocas manos, muy pocas, dos o tres, solo, acongojadas tras lo ocurrido en la hora anterior, se levantaron para votar en contra de fumar, dijo: " Señores, no procede votar para los que quieren fumar: no se fumará en mi clase porque así lo ha querido... la minoría, pues esto, han de saberlo, es la democracia".
Ese día entendí algo, y no me refiero a que el tabaco no es bueno.