jueves, 21 de julio de 2016

Diez blanquitos

El misterio llamado Sánchez.
Aquí.
A la pregunta planteada de a qué juega el PSOE de Sánchez (el PSOE que no es el de Sánchez está esperando su descalabro) solo cabe una respuesta: a terceras elecciones.
Pensar que unas terceras elecciones sólo pueden acrecentarle votos y escaños al PP carece de toda base racional: los resultados del 26-J habrían sido del todo distintos sin el Brexit, un cisne negro terremótico de proporciones inconmensurables, acaecido la víspera de la jornada de reflexión, que hundió a las bolsas mundiales más que cuando Lehman Brothers y que, sin lugar a dudas, ayudó a generar un escenario catastrófico en el imaginario popular: "El lunes seguirán cayendo las bolsas mundiales otros diez puntos y Podemos logrará el el sorpasso y las izquierdas sumarán. Iglesias en Moncloa".

De hecho, eso es lo que lo que predijeron las encuestas israelitas de Sigma Dos, por una mezcla de voto exultante y voto vergonzante: Podemos 91-95 + PSOE 81-85 daban una cuasi mayoría absoluta frente a PP (117-121) + C's (16-30).
Eso lo saben en las cocinas electorales, y eso lo cuecen las encuestas postelectorales que están cocinando desde hace días intramuros los partidos.

En plata: en unas nuevas elecciones, Podemos podría recuperar parte de su voto abstenido.
Otra parte afluiría al PSOE. Y otra del fugado, regresaría a C's.
No creo que el PP recibiera más votos de los obtenidos el 26-J, porque por mucho que lo quiera escenificar, el responsable de las terceras elecciones sería el PP a ojos de parte del electorado, al no ser capaz de sumar votos a una coalición de investidura. Nadie premia a quien tenía todo en su mano para formar Gobierno y no lo consiguió.

Y, sobre todo, nadie premiaría al PP por haber pactado bajo cuerda con el PNV y sobre todo con Convergència.
Esos diez blanquitos, tan diferentes de los diez negritos de Agatha Christie, esos diputados que nadie quiere encarnar, a diferencia de sus homólogos negritos, irán saliendo a la luz poco a poco, castigando al PP donde más le duele: en su lado españolazo.


Terceras elecciones.