martes, 3 de enero de 2017

El juez que habló de más

Aquí.

Cualquiera que haya vivido un patio de escuela mixto sabe que los varoncitos están por domar.

 ....

En mi infancia los chavales recibían de sus madres a menudo.  "Las mamás pegan" me dijo, sentencioso, un compañero una vez.

Ahora sé que es sólo porque ellas pasaban mucho más tiempo con la chiquillada que los padres.





Incertidumbre

Resulta que www.edge.org pregunta este año por el término o concepto científicos que merecería ser más conocido.



Lawrence M. Krauss, el Woody Allen de la física, en palabras de Richard Dawkins, propone: "incertidumbre".

Aquí ambos charlando (en VOSE) sobre cómo es posible que el universo surgiera muy probablemente de la nada.



y aquí en VO  y debajo en tradu exprés el texto sobre su palabra/concepto del año 2016.



Incertidumbre

Nada se sienta mejor que estar seguro, pero la ciencia nos ha enseñado, a lo largo de las décadas, que la certeza es en gran medida una ilusión. En la ciencia, no "creemos" en las cosas, ni pretendemos conocer la verdad absoluta. Algo es probable o improbable, y apenas cuantificamos cuán probable o improbable es. Ése es quizás el regalo más grande que la ciencia puede ofrecernos.
El que esta incertidumbre sea un don puede parecer sorprendente, pero es precisamente por eso que el concepto científico de incertidumbre necesita ser mejor y más ampliamente comprendido.
La estimación cuantitativa de las incertidumbres -el sello de toda buena ciencia- puede tener un efecto decisivo en las conclusiones que uno extrae del mundo, y es la única manera en que podemos contrarrestar con claridad la tendencia humana natural a entender que lo que nos sucede es significativo.
Se cuenta que el físico Richard Feynman le decía a la gente: "¡No creerás lo que me ha pasado hoy!". Y luego añadía: "¡Absolutamente nada!".  Todos tenemos sueños sin sentido cada noche, pero si sueñas que un amigo se rompe la pierna, y más tarde oyes que un primo tuvo un accidente, es fácil establecer cierta correlación entre ambas cosas. Pero en un universo grande y antiguo, incluso los accidentes más infrecuentes ocurren todo el tiempo. Es preciso un escepticismo saludable porque la persona más fácil de engañar es uno mismo.
Para evitar la tendencia natural a imputar significados espurios, todos los experimentos científicos incluyen una caracterización cuantitativa explícita acerca de la probabilidad de que los resultados sean tal como se afirma. La incertidumbre experimental es inherente e inamovible. No es una debilidad del método científico reconocerlo; sino una fuerza.
Hay dos clases diferentes de incertidumbres asociadas a cualquier observación. Una es puramente estadística. Ello es debido a que ningún aparato de medición está libre de errores aleatorios, y esto implica que cualquier secuencia de mediciones variará en un cierto grado que vendrá determinado por la precisión del aparato de medición, pero también por el tamaño de la muestra que se está midiendo. Digamos que un millón de personas votan en una elección y acuden a la cabina de votación dos días consecutivos y votan exactamente por los mismos candidatos ambos días. Los errores aleatorios de medición nos indican que si el margen de diferencia es sólo menor a unos pocos cientos de votos, en días sucesivos diferentes candidatos podrían ser declarados ganadores.
Tomemos la reciente observación "tentativa" de una nueva partícula en el Gran Colisionador de Hadrones, algo que habría revolucionado nuestra visión de la física fundamental. Después de varias operaciones, los cálculos sugirieron que la probabilidad estadística de que el resultado fuese falso era inferior al 1%. Pero en la física de partículas, normalmente podemos acumular datos suficientes como para reducir la incertidumbre a un nivel mucho menor -menos de uno entre mil millones; esto no siempre es posible en otras áreas de la ciencia- antes de reivindicar un descubrimiento. Y este año, después de que se acumularan más datos, la señal desapareció.
Hay un segundo tipo de incertidumbre, llamada incertidumbre sistemática, que es generalmente mucho más difícil de cuantificar. Una balanza, por ejemplo, puede no ser ponerse a cero cuando no hay un peso encima de ella. Los experimentadores a menudo pueden probar las incertidumbres sistemáticas jugando con sus aparatos, reajustando los diales y las manijas, y ver cuál es el efecto, pero esto no siempre es posible. En astronomía no se pueden hacer ajustes con el Universo. Sin embargo, se puede tratar de estimar las incertidumbres sistemáticas en las conclusiones alcanzadas, explorando su sensibilidad a las incertidumbres en la física subyacente que se utiliza para interpretar los datos.
Las incertidumbres sistemáticas son particularmente importantes cuando se consideran descubrimientos inesperados y potencialmente improbables. Por ejemplo, en el caso de las elecciones que cité antes, pongamos que se descubrió que había un error en el diseño de algunas papeletas electorales, de modo que, por azar, la elección de un candidato terminó siendo registrada como un voto para dos candidatos, supuesto que invalidaría el voto. Incluso un error sistemático tan pequeño como el de este tipo podría entonces trastocar el resultado en cualquier elección ajustada.
En 2014, el experimento BICEP-2 afirmó que se habían detectado las ondas gravitacionales primordiales procedentes de los primeros momentos tras el Big Bang. Este podría haber sido uno de los descubrimientos científicos más importantes de los últimos tiempos; si fuera cierto. Sin embargo, un análisis posterior descubrió una fuente inesperada de ruido de fondo: el polvo de nuestra propia galaxia. Cuando todo la polvareda se hubo disipado, si se me perdona el juego de palabras, resultó que la observación tenía sólo un 92% de probabilidades de ser correcta. En muchas parcelas de la actividad humana esto sería suficiente para proclamar su validez. Pero hallazgos extraordinarios requieren pruebas extraordinarias. Así que la comunidad cosmológica ha decidido que no se puede dar por bueno todavía dicho descubrimiento.
En las últimas décadas hemos podido afinar los argumentos probabilísticos asociados a la determinación de la probabilidad y de la incertidumbre, desarrollando cierta área de las matemáticas llamada "análisis bayesiano", que ha convertido la ciencia de determinar la incertidumbre en una de las más sofisticadas áreas del análisis experimental. Aquí, primero multiplicamos las estimaciones a priori de la probabilidad, y luego vemos cómo la evidencia modifica nuestras estimaciones. Esto es la ciencia mostrando su mejor cara: las evidencias pueden cambiar nuestras mentes, y es mejor estar equivocado que llamarse a  engaño.
En el ámbito público, la inclusión de las incertidumbres que aportan los científicos ha sido utilizada por algunos críticos para descartar resultados, a pesar de todo, valiosos. Veamos el debate sobre el cambio climático. La evidencia de que el cambio climático ha sido inducido por el hombre no es algo controvertido ni sorprendente. Los argumentos de la física fundamental anticipaban los cambios observados. Cuando los datos demuestran que los últimos dieciséis años han sido los más cálidos registrados en la historia de la humanidad, y cuando los niveles de CO2 medidos superan los que se dieron en los últimos 500 000 años, y cuando se observa que la capa de hielo de la Antártida Occidental se está derritiendo a un ritmo sin precedentes, el hecho de que científicos responsables informen sobre las pequeñas incertidumbres asociadas a cada una de estas mediciones no debería hacer que despreciásemos la amenaza resultante a la que nos enfrentamos.
Pasteur dijo una vez: "La fortuna favorece a la mente preparada". Incorporar las incertidumbres nos prepara para tomar decisiones más informadas sobre el futuro. Esto no elimina nuestra capacidad de extraer conclusiones racionales y cuantitativamente fiables sobre las cuales basar nuestras acciones, especialmente cuando nuestra salud y seguridad puedan depender de ellas.

Lawrence M. Krauss


...

Sabias palabras las de Krauss. Este verano, sin ir más lejos, se supo que un fallo en el soft de los programas más usados en imaginería cerebral podría dar al traste con casi dos décadas de investigaciones.
A nadie se le había ocurrido comprobar algo tan elemental. La maquinaria es cara y los datos no se comparten como se debiera. Todo esto provoca mala ciencia; y de paso desacredita a la buena ciencia.

Y lo peor, como siempre, es el factor humano; el porcentaje de malos científicos debe rondar el promedio de malos profesionales de cualquier otro oficio.