miércoles, 30 de marzo de 2016

Feliz cumpleaños, Vargas

La otra noche, Vargas Llosa dio el que tal vez sea su peor discurso en 80 años: y es que no lo llevaba escrito, y ahí está el mal.

Un intelectual de su talla no se puede permitir el lujo de repentizar, ni siquiera el día de la tarta de cumpleaños y de que le regalen una Pléiade con su nombre.

Habló Vargas de que hay menos hambre en el mundo que cuando él iba en calzón corto, de que las dictaduras capitalistas de China y Rusia son, a pesar de todo, un paso en la buena dirección, y de que les desea lo mismo a Cuba y a Venezuela. Y de que cada día es más feliz con su nueva novia. Grand bien lui fasse. Todo lo demás fue un mero dar las gracias a los comensales por su asistencia. Ni siquiera de acordó de su familia, al menos de sus nietos, algo raro para un papuchi en una fecha tan señalada y entrañable.

Al menos elogió al allí presente Orhan Pamuk, el turco, un intelectual de los pies a la cabeza que ha pagado el precio de su libertad con creces.


Pero más que lo que dijo, lo que hace tan pésimo y penoso su discurso de cumpleaños fue lo que no dijo: ni una palabra sobre los recientes atentados de Bruselas, ni sobre el islamismo subyacente, ni acerca del drama de los refugiados, ni nada de la deriva autoritaria de la Unión Europea, ni del peligro de Donald Trump si gana las elecciones, ni siquiere se detuvo en algo menor, pero que, por deferencia anfitriona, hubiera podido comentar sobre el lamentable panorama político en España. Estaban Aznar y González escuchándolo.
Le podría haber lanzado al menos una florecita a Albert Rivera, al que tenía a pocos metros, y que se supone que es un liberal. Uno de los suyos.
Tampoco se acordó de Cataluña y del problema del nacionalismo segregador.


Lo dicho, ha tenido mejores discursos en su vida Vargas.


En la sala, me tocó estar junto a unos lindos cachorros liberales latinoamericanos (argentinos, paraguayos y ecuatorianos) autodenominados  "de la clase media, media alta", que me glosaron el rosado futuro del liberalismo en el mundo latinoamericano en términos de "se trata de hacer targeting en las clases medias y bajas con nuestros mensajes, pues ahora ellos ya tienen celulares" y del marketing político a base de la compra (ilegal) de base de datos a las operadoras de telefonía móvil.
Uno de ellos, trabajaba, entre su docena de "liberales" clientes, "para la independencia de Cataluña", uno de sus mejores pagadores. Ante mi sorpresa, el tipo me aseguró que era porque él "creía en la autodeterminación de los pueblos" (sic). No tuve ánimos, a esas alturas de la cena, para decirle que el pueblo catalán "como tal" no existía.

Prefiero pensar que estos cachorros eran unos polizones que se habían colado en "la fiesta de Vargas".
Pero me da que no.












El partido de los semiólogos

El asunto del ágrafo Bódalo tiene su miga.
Aquí lo disecciona Teodoro León Gross.
En Podemos comparan al edil encarcelado con Miguel Hernández.
Ya habían comparado a los titiriteros con Dario Fo.
El problema de los podemitas es que suelen confundir el culo con las témporas, en una sobreactuación propia de los platós de la teleporquería, una frivolización que no resiste el mínimo comentario de texto.
Pero a ellos le da igual, porque como son "semiólogos" (aunque de pacotilla, pero ya les vale) el lenguaje que dominan es el idioma inflamado de las redes sociales, tan propensas ellas a la trivialización de todo lo que tocan.
La televisión se paree cada vez a una barra de bar.
Y es que, a la postre, un hombre es un voto, por pueril que sea el hombre y por trivial que sea el voto.
Camarero, una de gambitas...

El que pierde gana

Al fin y al cabo, a todos los partidos de España sólo les une una cosa: acabar con Rajoy. No con el PP, sino con Rajoy. Su líder.
Y hasta en ello están los Aznar, Aguirre y otros disidentes internos del PP.

En un país tan poco acostumbrado a las finuras negociadoras, ese pegamento anti-Rajoy es, quizá, el único que tal vez pueda adherir un poco y lograr pactos contranatura cuando suene la campana.

Es curioso sin embargo que todos quieran acabar con Rajoy, que si bien ha cometido graves errores en materia de corrupción y de comunicación, y en no reformar la ley electoral, también ha tenido indudables aciertos (en la gestión de la economía y, según y cómo, en la crisis catalana, haciéndose el muerto y dejando de fabricar independentistas al menos desde hace meses); el partido aún cuenta con el respaldo de 7 millones y pico de votos, primer partido en el Congreso, y mayoría absoluta de bloqueo (¡eso es muy importante!) en el Senado.
Y ninguna encuesta de da menos que eso. Seguir siendo el primer partido y tener la mayoría absoluta de bloqueo en el Senado es una buena base, que muchos quisieran para sí.
A Rajoy lo detestan por sus aciertos, casi se diría...


Los minués de hoy y presumiblemente de las próximas semanas, en torno a la cabeza cortada de Rajoy en una bandejita de plata, son más en el fondo unos zafios gestos preelectorales que otra cosa, a la espera de una encuesta con pies y cabeza que ponga a cada cual en su sitio.

Aquí. y acá.

Sólo el vértigo del PSOE de verse como tercera fuerza, o la lucidez de C's de que no ganará los nuevos escaños que le vaticinan las encuestas, podrían provocar soluciones imaginativas a la valenciana o a lo que se pille.
Podemos se puede permitir el lujo de ir a las elecciones con ilusión por el trasvase del millón de votos de IU que lo van a colocar como segunda fuerza estatal, como "la" oposición, tal vez durante muchos años.


Tal vez sea el PP al único partido al que, en unas nuevas elecciones, le toquen mejores cartas que jugar con vistas a gobernar (Podemos logrará muy probablemente el sorpasso al PSOE, pero eso no le hará gobernar ni ahora ni tampoco luego, afianzando al PP o a un pacto PP y C's), desmintiendo la especie de que el inmovilismo de Rajoy habrá sido la perdición de su partido.

No, la perdición de todos los demás es que Rajoy sea el mal menor, la única opción de estabilidad para este país. Y ello demuestra, sobre todo,  lo mal que están los demás. Y, por ende, el país.



La quisicosa

Como no podía ser de otro modo, la cuestión catalana, la quisicosa que se hurtó en el debate electoral, subyace en todo intento de alcanzar un pacto de investidura.
Aquí.

No parece probable que C's facilite un gobierno a la valenciana.
Más probable es que algunos independentistas se abstengan... para caldear el ambiente en las Españas, más que nada.

Hay partido pues hasta el último momento.

Abstención

¿Es la abstención --y cómo afectaría a los distintos partidos-- lo que puede evitar unas nuevas elecciones?
Aquí se analiza este constructo.

Se omite del análisis, empero, lo que a mi modo de ver resulta clave: que los votos de IU vayan a parar a Podemos si, como todo apunta, ambas formaciones se presentan en coalición. Unos seis millones de votos sumarían, por lo bajo.

En tal caso el PSOE sería tercera fuerza política, y quedaría gravemente dañado para aspirar a gobernar, salvo en una gran coalición con el PP.