viernes, 13 de enero de 2017

Ni razonamiento ni motivado

David Pizarro, profesor asociado de Psicología de la Universidad de Cornell, aporta su contribución al centón de Edge 2017.

Aquí en V.O.


Y aquí en tradu exprés:


El “razonamiento motivado”*

* [calco de “motivated reasoning” en inglés, acuñado por Ziva Kuna en 1990; mal llamado así, pues ni es “razonamiento” ni está “motivado” sino que es "motivación",  una cosa "motivacional": más bien es un sesgo interesado, confirmatorio,  una percepción de las cosas que ratifica creencias y convicciones conscientes (o menos conscientes); un a priori autoconfirmativo; pero dejamos el calco pues ya ha hecho agujero en español, si bien el nombre del concepto sea en sí una falta de razonamiento y de motivación...]



¿Por qué, en una época en la que es tan accesible la información mundial, todavía se produce un desacuerdo tan amplio sobre los hechos más básicos? ¿Por qué es tan difícil cambiar la opinión de la gente acerca de la verdad, incluso cuando las pruebas son abrumadoras?
Tal vez algunas de estas creencias inexactas sean el resultado de un incremento en  la propalación intencionada de informaciones falsas; un problema que se ve exacerbado por la eficacia de Internet. Pero la información falsa se ha difundido siempre, desde que se tuvo capacidad de comunicar información. Y más determinante aún es que estas mismas tecnologías que permiten la eficaz difusión de información falsa también nos proporcionan la capacidad para compulsar factualmente nuestra información de manera más diligente. Y es que si lo comparamos a lo largo de toda la historia de la humanidad, hoy podemos, mucho mejor que antes, dar con la respuesta más fiable y autorizada a cualquier cuestión planteada. En resumidas cuentas, tenemos más acceso a la verdad que nunca. Entonces, ¿por qué persisten las falsas creencias?
Los psicólogos sociales nos brindan una respuesta convincente a dicho interrogante: la incapacidad de las personas de modificar sus creencias frente a la evidencia es el resultado de un grave problema de nuestra psicología. Básicamente, los psicólogos han demostrado que la forma en que procesamos la información que entra en conflicto con nuestras creencias preexistentes es, en lo fundamental, diferente de la manera en que procesamos la información que se ajusta a esas mismas creencias; un fenómeno que ha sido bautizado como "razonamiento motivado"*. Específicamente, cuando estamos expuestos a información que engarza bien con lo que ya creemos (o con lo que queremos creer), nos apresuramos a aceptarla como real y verdadera. Catalogamos fácilmente tal información como un elemento más de la evidencia confirmatoria, y seguimos tan tranquilos por nuestro camino. En cambio, cuando nos vemos expuestos a información que contradice alguna de nuestras amadas creencias, tendemos a prestar mayor atención, a escudriñar a fondo la fuente y a procesar esa información muy meticulosa y profundamente. No sorprende pues que esto nos permita encontrar fallos en la información, para así desestimarla y poder mantener nuestras -potencialmente erróneas- creencias. El psicólogo Tom Gilovich resume este proceso con elegancia: nuestras mentes se ven guiadas por dos preguntas diferentes, dependiendo de si la información encaja o no con nuestras creencias: "¿Puedo creer esto?", o bien "¿Debo creer esto?" Y ello se aplica no sólo a las creencias políticas, sino también a las de la ciencia, la salud, las supersticiones, los deportes, las celebridades y a cualquier otra cosa a la que uno pueda verse inclinado a creer o no creer. Y hay muchas pruebas de que este sesgo es bastante universal: no es sólo una peculiaridad de individuos altamente politizados, en la derecha o en la izquierda, o un síntoma de personas muy obcecadas, o un defecto propio de personalidades narcisistas. De hecho, yo puedo detectar fácilmente ese sesgo en mí mismo a poco que lo reflexione un poco: cuando se me presentan evidencias médicas sobre los beneficios para la salud de la cafeína, por ejemplo, me felicito con entusiasmo acerca de mis hábitos de consumo cafetero. Cuando se me muestra un estudio que concluye que la cafeína tiene efectos negativos sobre la salud, examino los métodos ("¡los participantes no fueron elegidos aleatoriamente!"), el tamaño de la muestra ("¿sólo 40 varones en edad universitaria? ¡Por favor…!”), la revista  (“¿quién ha oído hablar nunca de esa publicación?”), y cualquier otra cosa que se tercie.
Si le dedico un poco más de reflexión al sesgo, sin embargo, acabo admitiendo que me angustia: es muy posible que por culpa de este “razonamiento motivado” haya adquirido creencias que están distorsionadas, sesgadas o que son simplemente falsas. Podría haber adquirido estas creencias mientras mantenía un sincero deseo de descubrir la verdad, recabando la mejor información que pudiera encontrar sobre un tema, y haciendo un verdadero esfuerzo para pensar de manera crítica y racional sobre la información recopilada. Pero otra persona, con un conjunto diferente de creencias preexistentes, podría llegar a conclusiones opuestas después de seguir todos esos mismos pasos, y animado del mismo deseo sincero de conocer la verdad. En definitiva, incluso cuando razonamos sobre las cosas con discernimiento, podemos estar desplegando ese tipo de razonamiento selectivo sin darnos cuenta de ello. Por suerte, el mero hecho de saber que existe el “razonamiento motivado” puede ayudarnos a derrotarlo. Pero no me consta prueba alguna de que esto sea así.

David Pizarro

….

Contra la Realpolitik

Ciertamente, el tal sesgo autoconfirmatorio existe, nadie se libra de él (aunque hay grados) y siempre lo ha  habido. No creo que lo exacerbe Internet: lo único que hace Internet es facilitar el trasiego de la mentira pero también… el de la verdad. Pero la mentira siempre da más gusto porque es la venganza del perezoso: poder desafiar al poder que encarna siempre (siquiera sea pasivamente) lo real; ir contra la Realpolitik;  desacreditar la realidad oficial, vengarse de ella, at low cost.
Lo que hace que seamos seres de piñón fijo es sencillamente el resultado de la pereza intelectual y del gusto por el victimismo, que es la gran coartada universal. Esas son las lacras universales: el adocenamiento y el justificarlo echándole la culpa a los demás. Tan viejo como el ir a pie. Y todas las pruebas de la Historia apuntan a ello, con un pequeñísimo margen de error.

Lo mejor que podrán aportar las máquinas pensantes será la superación de este sesgo humano, tan humano...

La res publica francesa

En Francia, primer debate en las primarias de la izquierda.

Siete candidatos debatiendo con conocimiento de causa de temas serios, con contundencia pero manteniendo las formas.

Aquí.

Los procesos equivalentes en España son incomparablemente más latinos ( latinoamericanos).

La ventaja del sistema republicano presidencialista es evidente: en torno a una persona puede construirse un proyecto; y los compañeros de viaje pueden ser muy críticos pero luego se suman.

En las democracias parlamentarias, los partidos lo son todo y el que se mueve... no se mueve nunca más.