viernes, 26 de febrero de 2016

En el nombre de Alá

El editorial (acerado, certero, lúcido) esta semana de lo que queda de Charlie Hebdo: a veces mil palabras valen más que una viñeta.

Pinche aquí si lee francés, o léalo debajo en traducción casera al español.

 Los que creían en la app y los que no...

Ahora resulta que los gilipuertas que cometieron la masacre del 13 de noviembre de 2015 en París no lo eran tanto como parecía. Los servicios de policía siguen sin poder descifrar sus mensajes codificados. ¿Cómo unos terroristas tan de poca monta que, pocas horas después de los asesinatos, buscaban un escondrijo a veces hasta en los taludes cerca de la autopista, podían disponer de una tecnología tan sofisticada como para hacer fracasar los programas ultrapoderosos  e hipersofisticados de los servicios secretos occidentales? Habían encriptado sus correos electrónicos de un modo más eficaz que los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, cuyos mensajes cifrados por la célebre máquina Enigma lograron ser leídos, a pesar de todo, por los Aliados. ¡Por lo que se ve los asesinos del 13 de noviembre de 2015 estaban mejor equipados que la Wehrmacht!
            Mientras tanto, un tribunal administrativo francés decide prohibir a los menores de 16 años la película Salafistes. Por un lado, los islamistas nos ocultan con eficacia sus planes a golpe de códigos; y por el otro, se prohíbe a las posibles dianas el visionado de lo que un día tal vez deban padecer. Nos negamos a mirar estas imágenes abominables porque, en realidad, son de lo más triviales: yihadistas en un todoterreno alcanzan a un coche y disparan contra sus ocupantes. El coche se cae al barranco, y se acabó. Todos muertos. Un yihadista se cruza con un viandante por la calle y, de pronto, saca una pistola y le mete un tiro en la testa. Y para el otro barrio. Coser y cantar. Pensamos que, para liquidarnos, los asesinos urden en su mente planes tan difíciles de descifrar como sus mensajes encriptados. Pero no es así: su concepción del mundo no precisa de un ordenador capaz de ejecutar dos mil millones de operaciones al segundo para que la podemos entender. Se resume en una aplicación informática de cuatro letras: DIOS. Esos asesinatos gratuitos de inocentes  filmados en plena calle que nos muestra la película Salafistes son la prueba de su fe inquebrantable en Dios, al que consideran estar de su parte. Matar con semejante relajo no hace más que reforzar su fe. Cuando se mata, no se puede deshacer lo hecho. Mato porque soy creyente. Mato luego creo. Fe y asesinato se retroalimentan de un modo cuasi incestuoso.
Dios cuenta con una ventaja: es una app de fácil descarga en el móvil, gratuita y que ni siquiera hay que encriptar. ¿Por qué confiamos tanto en la tecnología, en ordenadores superpotentes, para que nos revelen las intenciones de los asesinos y nos protejan de sus místicos planes criminales? Pues porque apenas nos queda nada más que esto; porque los intelectuales han renunciado a cuestionar a Dios, porque los periodistas ponen pies en polvorosa en cuanto se menta su nombre. Porque las únicas armas para combatir este fanatismo religioso, que son la razón y el espíritu crítico, han sido abandonadas en campo abierto, por pura cobardía y mero derrotismo. Y entonces acudimos a la tecnología con la esperanza de que ésta repare las consecuencias de nuestras inconsecuencias. Pero no, no cuela: los ordenadores y los programas de descifrado no nos van a proteger de esta violencia y no nos devolverán el terreno cedido a la religión por parte de los intelectuales.
            Un periódico de ámbito nacional hace el retrato de un teólogo e imam de 37 años, presentándolo como un creyente reformista. Se nos cuenta que con tres años entró en una escuela coránica.  ¡Con tres primaveras! Por lo general, cuando  a un chaval  de tres añitos se le mete en una secta para que recite frases sagradas todo en santo el día sin parar, se suele llamar a la policía. En este caso, ni un amago de indignación. Nada de nada. Todo esto ya resulta normal. Ni media palabra para cuestionar lo poco o mucho que tiene que ver todo esto con Dios. La prensa se rasga las vestiduras por el estado de excepción, por la Policía que no fue capaz de abortar los atentados  pero, al mismo tiempo, publica retratos complacientes de unos místicos comidos de tarro desde los tres añitos de edad. ¡Y a los que presentan como reformistas! ¿Qué significa ser reformista en 2016? ¿Inscribir a un chaval en una escuela coránica a los cuatro años en vez de a los tres? Mientras los periodistas se maravillan ante un tipo formateado desde su más tierna infancia en una escuela religiosa, el escritor argelino Kamel Daoud declara en Le Monde que renuncia al debate público después de que unos universitarios lo hayan  acusado de islamofobia.  Se le atacaba por haber escrito un texto sobre “la miseria sexual en el mundo árabe” después de los hechos violentos ocurridos en Colonia. El terrorismo utiliza todas las armas posibles: bombas, fusiles de asalto, mensajes encriptados, pero también la intimidación y el ostracismo a los escritores e intelectuales que intentan pensar “de otra manera”. Estas acusaciones nada tienen que ver con un debate de ideas: forman parte del arsenal del terrorismo. Cuando esta guerra contra el islamismo haya concluido algún día, habrá que pasar cuentas de todas las cobardías, complacencias y traiciones de los intelectuales y periodistas que se han coaligado para intimidar y acallar las voces contestatarias. Y para ello se necesitará un ordenador muchísimo más grandote que el utilizado para descifrar los mensajes de los asesinos de 2015.

Riss, director del semanario satírico Charlie Hebdo.

Para saber más sobre el film Salafistes, ici.

A mesa puesta

La Generalitat no aplicará la sentencia del TSJC. Ver aquí.
Normal: si no aplican las sentencias de los altos Tribunales del Estado, cómo van a aplicar las de los Tribunales Autonómicos. La coherencia desacatadora es lo único que no se puede reprochar a los golpistas que gobiernan en Cataluña bajo la tolerancia inexplicable del Estado.
Lo que no se entiende es que se les siga pagando el sueldo y coman a mesa puesta, con el FLA, el FLO o el FLU.

Terrorismo no es

Valiente artículo sobre el llamado "terrorismo machista" en España. Aquí.
España es el país con menos violencia de género de la Unión Europa: el mejor alumno, sólo hay que leer los últimos datos sobre violencia de género de la Comisión Europea al respecto. Pero hay que querer leerlos.
Se pueden leer aquí y extraer la conclusiones pertinentes.