miércoles, 16 de diciembre de 2015

Democracia directa “on line”

Se queja acerbamente Jiménez Losantos  en su artículo de hoy "votar a oscuras" del apagón de encuestas en que viven sumidos los electores y el público en general desde las 00h 00  del martes. Y de que los partidos, sin embargo, tienen los datos para su propio uso y disfrute como si de ayahuasca se tratara; concluye que a Andorra (no la  Andorra de Teruel) habrá que acudir en busca de  la luz de los datos, que, según él, deberían ayudar o al menos coadyuvar a la decisión del futuro votante.
En este mismo blog me he ocupado algo de encuestas, de la encuestocracia; sigo pensando que son un elemento altamente tóxico per se: tanto si aciertan como si fallan (y a fe mía que mucho han fallado en comicios recientes), pues no dejan de ser instrumentos “al servicio de”, para incidir en el voto. Al servicio de quien las hace, las vende, las compra, las encarga, las cocina, las interpreta, etc… Como vivimos en el falso y aliciano mundo del “prohibido prohibir”, allí siguen tan telendas las encuestas intoxicando todo lo que pueden; los políticos son los primeros en estar enganchados a ellas,  viviendo de ellas o malviviendo, o yendo por el camino de la amargura por culpa de ellas; las encuestas son remedos deformados de la auténtica encuesta que cuenta: la propia elección.  Todo gira en torno a darle la vuelta a las encuestas, o a confirmarlas, o a desmentirlas o a darles un susto por la espalda (esto les gusta mucho a los de Podemos): en fin,  todos los políticos y sus aparatchicks  fijan su comportamiento con arreglo o respecto a las encuestas.
En Francia,  haces uno años, el periódico Le Figaro intentó que prosperara un web dedicada a predicciones políticas, basada en el principio de que lo más fiable no es lo que la gente dice que va a votar sino lo que cree que van a votar los demás; se  llamaba www.prediPol.com e iba asociada a un juego de tipo bursátil; pero rápidamente, visto el gran éxito que tuvo, dos mil jugadores y 95 mil transacciones en unas regionales parciales,  la decapitaron, porque los poderes establecidos vieron cómo esto podía poner en entredicho toda la demoscopia tal como la conocemos: aquella en que durante años, por ejemplo, los líderes más valorados del país España eran Rosa Díez, Uxue Barkos (qué gran nombre de vikinga se ha perdido)  o Duran Lleida (no cliqueen mucho en prediPol,  porque acabarán haciendo arqueología internáutica, pues solo quedan algunos vestigios de lo que fue, de lo pudo haber sido).
Si la Democracia se ha convertido en un mix de encuestas y de sociedad del (tele) espectáculo y de las redes sociales,  y si los políticos son ya casi siempre mero telepredicadores y vendedores de eslóganes, o locos del speaker’s corner en que se ha convertido la red, en tal caso cabría plantearse si no nos saldría a todos más a cuenta el dejar que sean las encuestas, en tiempo real, las que dirigieran los destinos del país: la teledemocracia directa, el “me gusta” “no me gusta”  ("me la suda" del Facebook combinado con las leyes de subastas de, pongamos, un  Ebay,  trasladado a la gestión corriente de los asuntos.
Verbigracia:  hora límite para la propuesta "caniflú/2016" , un decir,  para que los perros lleven por la noche un peto fluorescente en las poblaciones de más de diez mil habitantes, y así no los atropellen por la acera los ciclistas desaprensivos a los que no le gustan usar la calzada: “me gusta/no me gusta”, cómputo, aprobada (y publicación en el  EBEO; perdón el TEBOE: "Tele Boletín del Estado")  o rechazada la "caniflú/2016" , y siguiente moción. Y así, pasando pantalla, de pantalla en pantalla y de votación on line en votación on line, y de moción en moción,  todos seríamos cada vez más... helvéticos.  Democracia, pero DIRECTA, eh.
No sobrarían solo el Senado y las Diputaciones sino también el Congreso y, con un poco de suerte, el Gobierno, sustituido por un Webmaster y unos cuantos  “gentiles organizadores “ tipo Club Méditerranée  encargados de aplicar las decisiones tomadas democráticamente por la comunidad en red o enredada. Eso sí  que sería votar no "a oscuras" sino con todas las lucecitas cibernéticas del mundo.

La Democracia la legitima el voto directo, secreto y libre de todo el cuerpo electoral convocado a las urnas, no una o varias encuestas sobre muestras de unos pocos de miles de ciudadanos que pueden decir la verdad o bien mentir acerca de sus intenciones y opiniones políticas. Parece un perogrullada, pero tal vez no lo sea.