domingo, 3 de septiembre de 2017

Íntimamente se sabe

... que esta vez va la vencida, dice Puigdemont en La Vanguardia Catalana.


Aquí.

Y saca el tema de la participación.


Es cierto que ha habido referéndums incuestionados con menos del 50% de participación, como el que se dice sobre la Constitución Europea, o sobre el propio Estatut de Cataluña, y que un Macron ha ganado unas legislativas con menos de un 16% !!  de apoyo de la población sobre el 100% del censo llamado a votar, y eso no pone en tela de juicio el Parlamento francés actual.
Sin embargo, por mucho que diga, Puigdemont sabe que el fracaso no es que vote un 20%, sino que no se supere ese listón clave del 50%. (La victoria del SÍ ni se cuestiona, está garantizada en una consulta ilegal como ésta en que sobre todo votarán los partidarios de la independencia).

En Escocia y en Quebec (dos veces) la participación fue superior al 50%); idem en el Brexit. Etc.

Sólo una participación del 50% o más modificaría la percepción de las cosas por parte de la comunidad internacional, y la distinguiría del 9-N (37% de participación, pero sobre un censo ampliado a extranjeros y a menores (16 y 17 años), un 37% que es de facto un equivalente a un 43% del censo autonómico, que es el que usarán el 1 de octubre).

Es decir están sólo a 7% del objetivo. Eso lo saben ellos y lo sabe Rajoy.

Después de los atentados y del chute del "no tenim por", es razonablamente alcanzable esa cota el 50%.

Luego que la victoria del SI sea del 80%, 70% o 60% es ya secundario. Y paradójicamente, tendría más valor un 60% de SÍES con una participación del 65% ...que un 80% de SÍES con una participación del 51%.


Pensar que el nivel de participación no es importante es no entender cuál es el movimiento de fondo; y que es, de hecho, lo único que en cierto modo "legitima" a su manera este proceso secesionista: el leit motiv de que hay una voluntad popular y de que existe un pueblo catalán. Es algo que se puede negar, pero también se puede afirmar. Sólo la fuerza de los hechos consumados inclina la balanza.

(Israel la hicieron unos terroristas judíos contra el Reino Unido sobre ese tipo de bases y ahí está. Ojo, es una semejanza de relaciones y no una relación de semejanza, que diría Félix Ovejero.
Claro que no es lo mismo Cataluña que Israel, pero Israel se hizo contra muchas leyes y por la fuerza; esto es, las cosas adquieren una naturaleza distinta antes y después de que se produzcan y en función de si triunfan o no).

Por otro lado, un golpe de estado (que es lo que es técnicamente el 1-0) que se fragua con urnas (y si es el caso, y una participación de más de la mitad de la población con derecho a voto) es un tipo de golpe de estado peculiar y de lectura abierta, pues en vez de realizarse por las armas o desde un parlamento irredento se hace con unas formas aparentemente democráticas y dando la voz al demos (o a parte del mismo ubicado en un territorio). Por ello habrá observadores internacionales, pingüemente pagados: para que todo revista unas formas democráticas referendarias al uso.

Es el gran acierto marketing del independentismo: romper unilateralmente usando formas consagradas democráticas. La jugada es maestra, hay que reconocerlo.

(Y no tiene sentido pretender que es lo mismo arrogarse la capacidad secesionista que decidir sobre otro tema, como algunos dicen: "es lo mismo votar unilateralmente sobre la independencia que declarar la guerra química a las Malvinas o decidir que los zurdos pagan el doble de impuestos o que las mujeres no voten".  No, no es lo mismo. Por mucho que jurídicamente lo sea o pudiera serlo, no es lo mismo: la aspiración autodeterminación en sí es, a pesar de todo, una aspiración legítima según el propio TC español. Lo otro, no, pues choca con principios elementales de derechos humanos recogidos en convenios o avasalla al derecho internacional.

El independentismo busca desesperadamente la doble mayoría en escaños (ya la tiene) y en votos directos (fracasó en ello en esas misma elecciones de septiembre de 2015).

Si el referéndum se para "físicamente", ya sea por vía de excepción, ya sea por vía de ejecución de sentencias del TC, se convocarán unas autonómicas antes de Navidad, con el mismo propósito: la doble mayoría en escaños y en votos. Para los independentistas, este plan B entraña más riesgos, lógicamente, pues con una participación normal en torno al 70 y pico %, las probabilidades de no obtener la doble mayoría buscada aumentarían.
Pero sigue siendo un objetivo alcanzable; bastaría con que los constitucionalistas se abstuvieran un poco más de la cuenta, sin ir más lejos; o que hubiera un trasvase de votos del PSC y de Colau hacia ERC.


Y hoy por hoy la respuesta política al proceso es pedir unas autonómicas. En el fondo, los constitucionalistas saben que son las urnas las que han de hablar...

Pero el riesgo subsiste: si en esas autonómicas se da la doble mayoría de escaños y votos (en septiembre se quedaron a menos del 3% en votos), la DUI se producirá.

Y el gobierno central podrá volver a poner en marcha los mecanismos que ya usó para parar el 1 de octubre, pero, ay..., esta segunda vez las cosas serán mucho más complicadas, y nunca volverán a ser como antes: o se impone la independencia o se abre una crisis constitucional en España, que es el escenario soñado por Podemos.