jueves, 24 de noviembre de 2016

La guerra de los Le Pen

El editorial de Riss en Charlie Hebdo, siempre tan lúcido.
La americanización de la política francesa (y europea, añado yo) nada bueno ha de traer.

Habrá en Francia una segunda vuelta entre Marine Le Pen... ¿y su papito?, se pregunta el director del diario satírico (que sigue haciendo de Pepito Grillo, y que dure...)

¿Le Pen  vs. Fillon?

Espero que Macron no lo permita.

Aquí en VO.


Y aquí mi tradu exprés.

Fillon en la Casa Blanca
En política, no hace falta gran cosa para convertirse en alguien. Después de su primer debate televisado con Nixon en 1960, Kennedy encabezó los sondeos. Ese día, Nixon estaba enfermo, se había negado a que lo maquillasen y se pasó el rato secándose la cara ante las cámaras, mientras Kennedy parecía mucho más a gusto en la pantalla. El guapo JFK sedujo más a los espectadores que un Nixon con mala cara. Sin embargo, las encuestas de los estadounidenses que habían escuchado el debate sólo por la radio, sin verles las caras a los candidatos, dieron a Nixon ganador. Debería hacerse lo mismo con los candidatos en cada elección presidencial. Mirarlos un poco menos y escucharlos un poco más. Los norteamericanos tal vez hayan mirado demasiado a Trump pero no lo han escuchado suficientemente.
En este pequeño mundo de los medios, no hace falta gran cosa para convertirse en alguien: un poco de buena pinta, dos o tres frases bien traídas, y uno tiene la oportunidad  de medrar en los sondeos. La facilidad con que los medios de comunicación le dan a uno importancia, si  sabe cómo hablarles,  le da a las elecciones hechuras de concurso televisivo. Las imágenes de Trump después del anuncio de su victoria se parecían a las de un programa de tele-realidad en la noche de la final. Pálido, avanzó hacia las cámaras, sin una sonrisa, sin ningún tipo de expresión, o quizás sólo la de la incomodidad. Detrás de esta máscara de dignidad que su nuevo cargo le obligaba a llevar, parecía decirse: "¿En qué mierda me he metido?". Como un vendedor que ha vendido enciclopedias durante años sin haberlas ni siquiera hojeado, Trump había ganado un concurso que, probablemente, nunca esperó ganar. La facilidad con que el más listillo puede acceder a los más altos cargos es simplemente flipante. ¿De qué sirven las elecciones primarias si permiten elegir a semejantes energúmenos?
En Estados Unidos, los partidos políticos se parecen a estantes de supermercado. Se puede encontrar de todo. Entre los republicanos, los más moderados (que en Francia tendrían cabida en el partido del centrista Bayrou) se codean  con xenófobo-racistas y  anti-abortistas  que militarían en el Front National. Entre los demócratas, los partidarios del anticapitalista Bernie Sanders coexisten con  empresarios que financiaron a Hillary Clinton. Para poder presentar a  un solo candidato en una única vuelta en las elecciones presidenciales, el pragmatismo americano sacrifica todas las diferencias ideológicas. En Estados Unidos, las primarias son como la primera vuelta de las elecciones presidenciales; y las organizan internamente los propios partidos políticos.
¿Por qué Francia se ha convertido a las elecciones primarias, cuando ya existe una primera vuelta que sirve para designar a los dos finalistas de la segunda vuelta? Pues porque Francia es un país de gallitos de corral donde cada candidato piensa que es un  Napoleón y un De Gaulle y cree encarnar por sí solo a la nación entera. Es difícil poner freno a las tendencias irreprimibles de los políticos franceses, siempre convencidos de tener razón en contra de todos, como De Gaulle en 1940. En Francia, las primarias se asemejan a una comparecencia ante un juez de menores que trate de llevar por el buen camino a adolescentes que se comportan como jefes de pandilla. En estas primarias de la Derecha el debate de ideas ha sido modesto, ya que los candidatos tenían más o menos el mismo programa. Sus diferencias ideológicas ante las cámaras han parecido sobreactuadas, porque si mañana la Derecha vuelve al Elíseo, casi todos tendrán cabida en Matignon alrededor de la mesa del Consejo de Ministros. En el fondo, las primarias sólo sirven en Francia para resolver problemas de ego.
En estas primarias, Fillon no tenía mucho más que aportar que sus competidores. Pero no  poseía  sus puntos débiles.  No era tan veterano como Juppé, no estaba tan expuesto como Sarkozy.  Bastó con que hiciera dos o tres intervenciones decididas durante los debates televisivos ​​para seducir a los votantes. En octubre de 2002, con motivo  del debate en torno a la semana laboral de las 35 horas, Fillon habló de "la responsabilidad del Frente Popular en el hundimiento de la nación", retomando un argumento usado por el régimen de Vichy durante el proceso de  Riom  de 1942 en el que se acusó a la Izquierda de la derrota de 1940 ante los nazis.
Marine Le Pen tiene hoy motivos de preocupación. Si la Izquierda no sale de su marasmo, podría tener que luchar, en la segunda vuelta, con un hombre que habría podido ser su padre.

Riss, director de Charlie-Hebdo.