martes, 5 de julio de 2016

Sopesando el boicot

El camarero del café con leche linchado (el camarero no el café) en Twitter afirma que no tiene nada contra el idioma catalán y que él solo quiere trabajar.
De momento, Balearia no lo despedirá, al considerar que lo ocurrido es solo una falta de atención y comportamiento y no un incumplimiento grave de contrato.
Aquí.
Habrá sopesado, como toda empresa comercial, el posible impacto de un boicot  solidario de pasajeros indepes frente al posible boicot también solidario de pasajeros no indepes.


Espasa / Espada (aquí) declara hablar castellano en su hábitat por disciplina propedéutica, y usar sólo el catalán en la intimidad; como servidor, por cierto, y además ya cada vez menos cuando voy a España, pues se me murieron (real o metafóricamente) la mayoría  de aquellos con quienes lo hacía. Y a los que no conozco, les hablo sólo en español, por defecto, y sin segundas intenciones. Una lengua blanca de mera comunicación.
Y es que si no se me ocurriría hablarle en catalán a nadie en la playa justo entre Valencia y Alicante que visito anualmente, no veo por qué debería hacerlo en otros lugares de España, Cataluña incluida.

Demasiados años de extranjerismo profesional.
Aquí.


El independentismo como problema e incidencia real se acabaría (y se acabará) el día en que hubiera (haya) un boicot de una semana a los productos catalanes en el resto de España.

Circula por Internet un código de CC.AA. para identificar los productos catalanes en cualquier comercio de España.

Tal boicot no sería delictivo, ni siquiera sancionable administrativamente. Sería una medida comercial legítima y proporcional. Una semana (como la semana de parón con la que amenazaba Junqueras para no sé qué) frente a cinco años dando, y lo que te rondaré.

Que es lo que hubieran debido promover los contrarios al Brexit: dejar de importar y exportar de y a la UE durante una semanita, a modo de experimento preelectoral.