viernes, 15 de julio de 2016

De playas cercanas y colinas vecinas

Yo no sé dónde están los autores intelectuales de lo de Niza, si en desiertos remotos y montañas lejanas o qué; pero parece que no hay otro autor intelectual más que el propio asesino.
Aquí.
El asesino era un joven franco-tunecino, de profesión transportista, amante de la salsa y del ligoteo, marido separado y con tres hijos. No se le conocía por frecuentar mezquitas ni respetar especialmente los preceptos musulmanes o el Ramadán. Había cometido algún delito menor y un número sin concretar de faltas. Como cientos de miles en lo primero; y decenas de miles de otros ciudadanos franceses en lo segundo.
Uno de sus vecinos de barrio, franco-tunecino como él, lo describe como un tipo normal, afable, lo recordaba de chaval jugando a la pelota por la calle, como tantos otros enfants du balon; dice que andaba deprimido últimamente por una sentencia que le condenaba a pagar unos alimentos a su ex mujer. No se llevaba bien con su familia en Túnez, país al que ya no acudía nunca. Un tipo como tantos otros, ni yihadista ni nada parecido.

No sabemos si este monstruo (más que lobo) parece que solitario estaba cuerdo cuando planeó y cometió el atentado; y como fue abatido,  no lo sabremos probablemente ya nunca. Tal vez su caso se parezca más al del alemán suicida piloto de aviones que al de un yihadista pata negra o un "regresado" de Siria.
La relación orgánica  del asesino de Niza con el ISIS  o Al Qaeda parece inexistente o, a lo sumo, tenue, y probablemente sólo internáutica.

Estamos ante un fenómeno quizá nuevo: la autoradicalización personal e intransferible de gentes que por razones varias, psiquiátricas en gran parte, cruzan la línea de fuego que lleva a la muerte.
Este tipo quiso ayer llevarse por delante todo lo que pudo y lo logró. No consta que fuera en el nombre de Alá. Y su fue en nombre de Alá podría haber sido en nombre de Napoléón o de  Snoopy.

Pero ayer, este joven asesino, con su acto de repercusión mundial, por haber sido el atentado en suelo francés (y no en Irak o en Kabul o en Islamabad)  dio sin duda ideas a otros potenciales autoradicales que viven en Occidente.

Habrá que ir aceptando que nos tocará vivir con estas cosas el resto de nuestras vidas.


De la utilización politiquera del atentado, que no cesa, me abstengo de comentar nada. De momento.
Pero que lo de ayer son votos para la señora Le Pen lo intuiría hasta un niño chico.