lunes, 8 de febrero de 2016

Titirimemos

Dicen hábilmente los abogados de los titiriteros (que tampoco han leído a Françoise Dolto ni nada relacionado con la psicología infantil) que sus defendidos son unos creadores que han hecho solo uso de la libertad de expresión artística, cual un Dostoievski o un Shakespeare de la vida.
 Y que porque en una obra de ficción salga un nazi diciendo Heil Hitler brazo en alto, no se va enchironar a sus creadores.
Y dicen que los creadores granadinos avisaron a los padres de la "existencia de escenas violentas por si entendían que era inadecuadas para sus hijos".

Este bloguero cree que la libertad de expresión es sagrada, dentro de los límites del Estado de Derecho en una democracia. Que sean los tribunales los que se pronuncien en plena independencia sobre esta matinée infantil.

Y es que los derechos de la infancia merecen especial atención, y estos dos titiriteros son unos desalmados por no autocensurarse visto el público presente y el lugar abierto donde se desarrolló el espectáculo; y unos chapuceros y unos desidiosos y unos memos, porque debieron haber previsto que muchos padres tal vez no entendieron la advertencia de escenas violentas o algunos padres podrían llegar tarde a la función.

Son malos y malos profesionales.
Y malos guionistas y malos artistas, porque meterse con jueces y monjas y Dios y policías y España en un Estado de Derecho es facilón, cursi casi, al alcance de los goyescos del cine español; pero más complicado y meritorio sería meterse con ayatolás, Allah, o los soldados del Estado Islámico y países donde no hay Democracia ni Estados de Derecho. Ahí se demuestra si no es un Dostoievski.