Camps debería regalarlos pero abonarlos al editor con el dinero cobrado por la indemnización que le adeuda por difamación en un juicio que por desgracia no tuvo lugar.
Es tan burda la manipulación del traductor del inglés (no del hebreo, idioma original del libro) al español que el editor es corresponsable por omisión en el mejor de los casos.
Cuando se aprovecha el noble oficio del trujamán para engañar, debería perder uno la cédula.